En la mitad del siglo XVII, Ámsterdam era la ciudad de actividad intelectual más radical del mundo.
En ella floreció un círculo de libre pensadores de diferentes religiones. Allí, Uriel da Costa había sido expulsado de la comunidad judía por negar la inmortalidad del alma, y ?? afirmar que todas las religiones existentes eran hechas por el hombre. A principios de 1656, el filósofo judío sefaradita Baruch Spinoza ( 1632-1677), Juan de Prado (1614-1672?) y un maestro de escuela, Daniel de Ribera, comenzaron a llamar la atención por sus opiniones heréticas cuestionando, entre otros asuntos, si Moisés escribió el Pentateuco, al primer hombre y si la ley mosaica tenía precedencia sobre la ley natural. Prado se vio obligado a disculparse por sus opiniones pero unos días mas tarde, el 27 de julio de 1656, Spinoza fue excomulgado de la comunidad judía.
Se dice que Baruch Spinoza fue compañero académico de Franciscus van den Enden (1602- 1674) quien trabajó en un proyecto para el asentamiento en Nueva Holanda de una sociedad utópica. Las opiniones de Van den Enden sobre esta sociedad ideal se encuentran en el Kort Verhael van Nieuw-Nederland (Breve Cuenta de Nueva Holanda, 1662). Algunos años más tarde, en 1665, apareció otra publicación política, la Vrye Politijke Stellingen (Propuestas políticas libres), en la que se defiende la democracia y se presta atención a las tareas sociales y educativas de un Estado. Ese asentamiento ideal fue pensado en compañía de Pieter Corneliszoon Plockhoy, un holandés menonita que llegó a fundarlo en 1663 con otros cuarenta colonos que se dirigieron a la bahía de Delaware y establecieron allí la colonia de Zwaanendael o Swaanendael / zw??n?nd?l.
Juan de Prado nació hacia 1614 en Lopera- Jaén-. Inició estudios de Medicina en la prestigiosa Universidad de Alcalá y logró un lugar en la sección de médicos del selecto colegio a partir de 1633 hasta el año 1636. Hacia 1655 se instaló en Ámsterdam, donde se incorporó a la floreciente comunidad hispano-hebrea. Fue delatado en 1656, bajo tortura, como judaizante ante la inquisición de Sevilla por Orobio de Castro. En su confesión, Orobio describe a su amigo y protector Prado como partidario de un naturalismo descreído y de ideaslibertinas, tesis por las que quince años después sería primero amonestado y luego condenado por las autoridades religiosas judías de Ámsterdam. Prado mantuvo una amigable tertulia con Spinoza al menos durante un par de años y por esto se le suele atribuir al médico andalúz la heterodoxia religiosa spinozista y la consideración de la razón como único criterio de verdad.
En sus escritos, Spinoza deja entrever varias ideas de naturaleza socialista:
Del mismo modo que el pecado y la obediencia, tampoco la justicia y la injusticia pueden concebirse más que en un Estado. No hay nada en la naturaleza que se pueda decir que pertenece por derecho a uno u otro; todo es de todos, es decir, que cada uno tiene derecho según el poder que posea. En un Estado, en cambio, donde la ley común decide lo que pertenece a unos y otros, se llama justo al que tiene la voluntad constante de atribuir a cada uno lo suyo, e injusto, por el contrario, la que se esfuerza por hacer suyo lo que es de otro ( Tratado, pág. 47).
Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón (Ética, pág. 198). Nada es más útil al hombre que el hombre. Quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que todos los espíritus formen un solo espíritu y su cuerpo un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuando puedan, en conservar su ser, buscando todos la utilidad común, de donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos - fidos- de confianza y honestos ( Ética, pág. 189).
En ella floreció un círculo de libre pensadores de diferentes religiones. Allí, Uriel da Costa había sido expulsado de la comunidad judía por negar la inmortalidad del alma, y ?? afirmar que todas las religiones existentes eran hechas por el hombre. A principios de 1656, el filósofo judío sefaradita Baruch Spinoza ( 1632-1677), Juan de Prado (1614-1672?) y un maestro de escuela, Daniel de Ribera, comenzaron a llamar la atención por sus opiniones heréticas cuestionando, entre otros asuntos, si Moisés escribió el Pentateuco, al primer hombre y si la ley mosaica tenía precedencia sobre la ley natural. Prado se vio obligado a disculparse por sus opiniones pero unos días mas tarde, el 27 de julio de 1656, Spinoza fue excomulgado de la comunidad judía.
Se dice que Baruch Spinoza fue compañero académico de Franciscus van den Enden (1602- 1674) quien trabajó en un proyecto para el asentamiento en Nueva Holanda de una sociedad utópica. Las opiniones de Van den Enden sobre esta sociedad ideal se encuentran en el Kort Verhael van Nieuw-Nederland (Breve Cuenta de Nueva Holanda, 1662). Algunos años más tarde, en 1665, apareció otra publicación política, la Vrye Politijke Stellingen (Propuestas políticas libres), en la que se defiende la democracia y se presta atención a las tareas sociales y educativas de un Estado. Ese asentamiento ideal fue pensado en compañía de Pieter Corneliszoon Plockhoy, un holandés menonita que llegó a fundarlo en 1663 con otros cuarenta colonos que se dirigieron a la bahía de Delaware y establecieron allí la colonia de Zwaanendael o Swaanendael / zw??n?nd?l.
Juan de Prado nació hacia 1614 en Lopera- Jaén-. Inició estudios de Medicina en la prestigiosa Universidad de Alcalá y logró un lugar en la sección de médicos del selecto colegio a partir de 1633 hasta el año 1636. Hacia 1655 se instaló en Ámsterdam, donde se incorporó a la floreciente comunidad hispano-hebrea. Fue delatado en 1656, bajo tortura, como judaizante ante la inquisición de Sevilla por Orobio de Castro. En su confesión, Orobio describe a su amigo y protector Prado como partidario de un naturalismo descreído y de ideaslibertinas, tesis por las que quince años después sería primero amonestado y luego condenado por las autoridades religiosas judías de Ámsterdam. Prado mantuvo una amigable tertulia con Spinoza al menos durante un par de años y por esto se le suele atribuir al médico andalúz la heterodoxia religiosa spinozista y la consideración de la razón como único criterio de verdad.
En sus escritos, Spinoza deja entrever varias ideas de naturaleza socialista:
Del mismo modo que el pecado y la obediencia, tampoco la justicia y la injusticia pueden concebirse más que en un Estado. No hay nada en la naturaleza que se pueda decir que pertenece por derecho a uno u otro; todo es de todos, es decir, que cada uno tiene derecho según el poder que posea. En un Estado, en cambio, donde la ley común decide lo que pertenece a unos y otros, se llama justo al que tiene la voluntad constante de atribuir a cada uno lo suyo, e injusto, por el contrario, la que se esfuerza por hacer suyo lo que es de otro ( Tratado, pág. 47).
Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón (Ética, pág. 198). Nada es más útil al hombre que el hombre. Quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que todos los espíritus formen un solo espíritu y su cuerpo un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuando puedan, en conservar su ser, buscando todos la utilidad común, de donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos - fidos- de confianza y honestos ( Ética, pág. 189).

Spinoza y Descartes
Gebhart señala la influencia de Descartes en Spinoza: su filosofía ha brotado de las raíces de la filosofía del francés.
Descartes parte del escepticismo que desde Montaigne constituía la atmósfera espiritual de Francia, para lograr por la superación de la duda, la certidumbre de la razón.
Cuando Descartes eleva a las matemáticas a la categoría de ciencia fundamental, que con su principio de claridad y precisión, da la norma de la verdad a todas las demás ciencias, Spinoza lo sigue en absoluto”. “La verdad hubiera estado eternamente oculta al género humano si la matemática no le hubiera enseñado al hombre una nueva norma de esta”. Pero difiere de Descartes en cuanto a que, para este, el hombre era un compuesto de dos sustancias radicalmente distintas, materia y espíritu, mientras que para Spinoza ellas se hallan fusionadas.
El método fue el mismo en Descartes y en Spinoza, pero en este último estaba al servicio de una idea ajena al cartesianismo, la idea de la unidad del todo. Ella no nació de ese método sino que tuvo sus raíces en una visión religiosa. Descartes, siguiendo la teología cristiana, incluye en la noción de d-os, la infinitud, la inmensidad de esencia y la potencia inagotables. Lo que Spinoza ha tomado con energía del cartesianismo es la concepción de una verdad objetiva pura, desarrollable por el entendimiento, que excluye de modo radical todos los elementos de subjetividad que introducen los sentidos y la imaginación. Para Spinoza, la verdad geométrica era el modelo de la verdad objetiva. En su construcción metafísica, Descartes afirma la existencia de una sustancia infinita, d-s, y de dos sustancias finitas, la pensante y la extensa. Para Spinoza, en cambio, hay una única sustancia dotada de infinitos atributos.
“Así pues, si no puede darse razón ni causa alguna que impida que d-os exista o que lo prive de su existencia, habrá que concluir, absolutamente, que existe de un modo necesario (Etica, Proposición XI). Proposición XIV: “Siendo d-os un ser absolutamente infinito, del cual no puede negarse ningún atributo que exprese esencia de substancia, D-os es único, esto es, que en la naturaleza no hay sino una sola substancia y que esta es absolutamente infinita” (Proposición VIII). “Todo cuanto es, es en d-os y sin d-os, nada puede concebirse” (Proposición XV). “D-os es absolutamente causa primera”.
En Spinoza nada hay que se parezca a la duda metódica de Descartes. Para Descartes, el punto de partida de su construcción filosófica es el yo, el sujeto presente. Para Spinoza, el punto de partida es d-os. Descartes fue para Spinoza una gran autoridad. Pero Spinoza fue en todo momento un pensador independiente. Spinoza es anticartesiano en la medida que es místico, neoplatónico, hombre de sentimientos religiosos, formado en la cultura religiosa judía. Se distingue del Renacimiento porque es cartesiano. Porque es un hombre del siglo XVII, porque construye un sistema determinista, matemático, mecánico, de cuya concepción de la naturaleza están excluidos el animismo y el vitalismo renacentista.
Spinoza recorrió el mismo camino que Pascal pero en sentido inverso. El autor de Los Pensamientos se había educado en la disciplina rigurosa de las matemáticas y concluyó en una actitud de escepticismo ante el intelecto y la exaltación de la fe. En su discusión con Boyle, Spinoza mostró, impregnado del espíritu de las ciencias físicas de su tiempo, ciencia para la que era verdad incontestable que todo el universo material está sujeto a las mismas leyes, que todo él tiene idéntica estructura, que la razón es capaz de describir esa estructura en fórmulas matemáticas, que las nociones de los sentidos son subjetivas y no reflejan la realidad, que la realidad verdadera no posee ciertas cualidades de que el hombre tiene noticia a través de las sensaciones.
Además, como sin d-os nada puede ser ni concebirse, es indudable que todo lo que hay en la naturaleza considerada con su ciencia y perfección, envuelve y supone el concepto de d-os, de donde resulta que a medida que conocemos mejor las cosas naturales, mayor y más perfecto conocimiento adquirimos de d-os, y en otros términos (puesto que conocer el efecto por la causa no es más que conocer una de las propiedades de esta causa), a medida que conocemos mejor las cosas naturales, conocemos con mayor perfección la esencia de d-os, que es causa de todo lo demás” (Tratato Teológico Político, pág. 72).
El derecho natural del siglo XVII pretendía fundar un régimen jurídico independiente de la voluntad particular de cualquier Estado e independiente también de toda revelación divina. Era la razón quien descubría ese derecho y quien enunciaba sus normas. Así pensaban Hugo Grocio y otros autores igualmente inclinados a hacer del derecho un estudio objetivo. El libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos y el camino de acceso a ella está en nuestra propia razón. Para conocerla no es menester revelación alguna o la moral y el derecho debían prestarse a una indagación análoga a la del saber científico. De esta convicción surgían las doctrinas del derecho natural y lo mismo debía ocurrir con la religión. La razón humana, sin el auxilio de las verdades reveladas, era capaz de descubrir los principios de la religión natural. La ciencia matemática de la naturaleza, el derecho natural y la religión natural eran doctrinas del mismo linaje. Frente a la concepción de Hobbes del hombre natural como un animal de presa, de cuya voracidad solo puede defenderle un poder absoluto que le sujete a la razón, está la de Spinoza, según la cual cada ser participa de la sustancia infinita que es d-os y recibe de esta participación el grado de existencia que mide su derecho.
Gebhart señala la influencia de Descartes en Spinoza: su filosofía ha brotado de las raíces de la filosofía del francés.
Descartes parte del escepticismo que desde Montaigne constituía la atmósfera espiritual de Francia, para lograr por la superación de la duda, la certidumbre de la razón.
Cuando Descartes eleva a las matemáticas a la categoría de ciencia fundamental, que con su principio de claridad y precisión, da la norma de la verdad a todas las demás ciencias, Spinoza lo sigue en absoluto”. “La verdad hubiera estado eternamente oculta al género humano si la matemática no le hubiera enseñado al hombre una nueva norma de esta”. Pero difiere de Descartes en cuanto a que, para este, el hombre era un compuesto de dos sustancias radicalmente distintas, materia y espíritu, mientras que para Spinoza ellas se hallan fusionadas.
El método fue el mismo en Descartes y en Spinoza, pero en este último estaba al servicio de una idea ajena al cartesianismo, la idea de la unidad del todo. Ella no nació de ese método sino que tuvo sus raíces en una visión religiosa. Descartes, siguiendo la teología cristiana, incluye en la noción de d-os, la infinitud, la inmensidad de esencia y la potencia inagotables. Lo que Spinoza ha tomado con energía del cartesianismo es la concepción de una verdad objetiva pura, desarrollable por el entendimiento, que excluye de modo radical todos los elementos de subjetividad que introducen los sentidos y la imaginación. Para Spinoza, la verdad geométrica era el modelo de la verdad objetiva. En su construcción metafísica, Descartes afirma la existencia de una sustancia infinita, d-s, y de dos sustancias finitas, la pensante y la extensa. Para Spinoza, en cambio, hay una única sustancia dotada de infinitos atributos.
“Así pues, si no puede darse razón ni causa alguna que impida que d-os exista o que lo prive de su existencia, habrá que concluir, absolutamente, que existe de un modo necesario (Etica, Proposición XI). Proposición XIV: “Siendo d-os un ser absolutamente infinito, del cual no puede negarse ningún atributo que exprese esencia de substancia, D-os es único, esto es, que en la naturaleza no hay sino una sola substancia y que esta es absolutamente infinita” (Proposición VIII). “Todo cuanto es, es en d-os y sin d-os, nada puede concebirse” (Proposición XV). “D-os es absolutamente causa primera”.
En Spinoza nada hay que se parezca a la duda metódica de Descartes. Para Descartes, el punto de partida de su construcción filosófica es el yo, el sujeto presente. Para Spinoza, el punto de partida es d-os. Descartes fue para Spinoza una gran autoridad. Pero Spinoza fue en todo momento un pensador independiente. Spinoza es anticartesiano en la medida que es místico, neoplatónico, hombre de sentimientos religiosos, formado en la cultura religiosa judía. Se distingue del Renacimiento porque es cartesiano. Porque es un hombre del siglo XVII, porque construye un sistema determinista, matemático, mecánico, de cuya concepción de la naturaleza están excluidos el animismo y el vitalismo renacentista.
Spinoza recorrió el mismo camino que Pascal pero en sentido inverso. El autor de Los Pensamientos se había educado en la disciplina rigurosa de las matemáticas y concluyó en una actitud de escepticismo ante el intelecto y la exaltación de la fe. En su discusión con Boyle, Spinoza mostró, impregnado del espíritu de las ciencias físicas de su tiempo, ciencia para la que era verdad incontestable que todo el universo material está sujeto a las mismas leyes, que todo él tiene idéntica estructura, que la razón es capaz de describir esa estructura en fórmulas matemáticas, que las nociones de los sentidos son subjetivas y no reflejan la realidad, que la realidad verdadera no posee ciertas cualidades de que el hombre tiene noticia a través de las sensaciones.
Además, como sin d-os nada puede ser ni concebirse, es indudable que todo lo que hay en la naturaleza considerada con su ciencia y perfección, envuelve y supone el concepto de d-os, de donde resulta que a medida que conocemos mejor las cosas naturales, mayor y más perfecto conocimiento adquirimos de d-os, y en otros términos (puesto que conocer el efecto por la causa no es más que conocer una de las propiedades de esta causa), a medida que conocemos mejor las cosas naturales, conocemos con mayor perfección la esencia de d-os, que es causa de todo lo demás” (Tratato Teológico Político, pág. 72).
El derecho natural del siglo XVII pretendía fundar un régimen jurídico independiente de la voluntad particular de cualquier Estado e independiente también de toda revelación divina. Era la razón quien descubría ese derecho y quien enunciaba sus normas. Así pensaban Hugo Grocio y otros autores igualmente inclinados a hacer del derecho un estudio objetivo. El libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos y el camino de acceso a ella está en nuestra propia razón. Para conocerla no es menester revelación alguna o la moral y el derecho debían prestarse a una indagación análoga a la del saber científico. De esta convicción surgían las doctrinas del derecho natural y lo mismo debía ocurrir con la religión. La razón humana, sin el auxilio de las verdades reveladas, era capaz de descubrir los principios de la religión natural. La ciencia matemática de la naturaleza, el derecho natural y la religión natural eran doctrinas del mismo linaje. Frente a la concepción de Hobbes del hombre natural como un animal de presa, de cuya voracidad solo puede defenderle un poder absoluto que le sujete a la razón, está la de Spinoza, según la cual cada ser participa de la sustancia infinita que es d-os y recibe de esta participación el grado de existencia que mide su derecho.
Para el filósofo sefaradita, se llama bueno o malo a lo que es útil o dañoso en orden a la conservación de nuestro ser, esto es a lo que aumenta o disminuye, favorece o reprime nuestra potencia de obrar. La tristeza (una afección que aplaca) disminuye o reprime la potencia de obrar del hombre – o espíritu-, eso es disminuye o reprime el esfuerzo que el hombre realiza por perseverar en su ser. El esfuerzo – conatus o potencia del espíritu es la esencia de este. Spinoza llama servidumbre a la impotencia humana para gobernar y contener sus afectos, pues el hombre sometido a sus afecciones no es independiente. En la medida en que los hombres están sujetos a pasiones, no pueden decirse que concuerden en naturaleza.El espíritu está unido al cuerpo. Este no tiene ni de sí mismo, ni de su cuerpo, ni de los cuerpos exteriores un conocimiento adecuado sino sólo confuso y mutilado. En cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo. Este esfuerzo, cuando se refiere al espíritu se llama voluntad, pero cuando se refiere a la vez al espíritu y al cuerpo, se llama apetito. Entre apetito y deseo no hay diferencia. El deseo es el apetito acompañado de la conciencia. El esfuerzo o potencia del espíritu al pensar es igual, y simultáneo por naturaleza, al esfuerzo o potencia del cuerpo al obrar.
El espíritu, en cuanto que raciocina, no apetece otra cosa que conocer, y no juzga útil nada más que lo que lo lleva al conocimiento. Por consiguiente, sólo sabemos con certeza que es bueno aquello que conduce realmente al conocimiento, y al contrario, que es malo aquello que puede impedir que conozcamos.
La impotencia consiste en el hecho de que el hombre se deje llevar por las cosas exteriores, y resulta determinado por ellas a hacer lo que esas cosas exteriores exigen, pero no lo exige la propia naturaleza. Cuando más nos esforzamos por vivir bajo la guía de la razón, tanto más nos esforzamos en no depender de la esperanza, librarnos del miedo, tener el mayor imperio posible sobre la fortuna y dirigir nuestras acciones conforme al seguro consejo de la razón. Y el que no es movido ni por la razón ni por la conmiseración a ayudar a los otros merece el nombre de inhumano.
Todo esfuerzo que realizamos según la razón no es otra cosa que conocimiento – intelligere-, y el espíritu, en la medida que usa la razón no juzga útil más que lo que lo lleva al conocimiento.
La razón no exige nada que sea contrario a la naturaleza, exige, por consiguiente, que cada cual se ame a sí mismo y que apetezca todo aquello que conduce realmente al hombre a una perfección mayor. Cuanto más se esfuerza cada cual en buscar su utilidad, esto es, en conservar su ser, y cuanto más lo consigue, tanto más dotado de virtud está; y al contrario, en tanto que descuida la conservación de su utilidad- esto es de su ser, en esa medida es impotente. El deseo de vivir felizmente, o sea de vivir y obrar bien, es la esencia del hombre, es decir el deseo de conservar su ser. El esfuerzo por conservarse es el primero y único fundamento de la virtud. Actuar según la virtud no es, en nosotros, otra cosa que obrar, vivir o conservar el ser bajo la guía de la razón y poniendo como fundamento la búsqueda de la propia utilidad.
Baruj Spinoza describe a d-os como un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita. La existencia de una substancia es, como su esencia, una verdad eterna. Por sustancia entiende aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa. Una sustancia no puede ser producida por otra sustancia. En la naturaleza no existe sino una única substancia, y ésta es absolutamente infinita. D-os existe necesariamente. Excepto D-os, no existe ni puede concebirse substancia alguna. Todas las cosas son y dependen de él. D-os, el entendimiento de d-os y las cosas por él entendidas son todo uno y lo mismo.
El pensamiento, dado que se lo supone atributo de D-os, es necesariamente infinito.
La virtud y el servicio de D-os son ellos mismo la beatitud y la suprema libertad. Por virtud, Spinoza entiende lo mismo que potencial en cuanto a que el hombre tiene la potestad de llevar a cabo ciertas cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de la naturaleza. Así, el potencial del hombre, en cuanto explicada por su esencia actual, es una parte de la infinita potencia, esto es, de la esencia de D-os o de la naturaleza. La esencia del hombre está constituida por ciertos modos de atributos de D-os. El espíritu humano es una parte del entendimiento infinito de D-os y por ende, cuando decimos que el espíritu humano percibe esto o aquello, no decimos otra cosa sino que D-os tiene esta o aquella idea.
El supremo bien del espíritu es el conocimiento de d-os, y su suprema virtud, la de conocer a d-os. Solo en dicha medida puede decirse absolutamente, que se obra según la virtud. Así la virtud absoluta del espíritu es el conocimiento. Ahora bien, lo más alto que el espíritu puede conocer es a d-os. Ese amor a d-os es el supremo bien que podemos apetecer, según el dictamen de la razón. Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a d-os.
El amor intelectual del espíritu hacia d-os es el mismo amor con que d-os se ama a si mismo, no en cuanto que d-os es infinito, sino en la medida en que puede explicarse a través de la esencia del espíritu humano considerada desde la perspectiva de la eternidad. Resulta evidente que nuestro espíritu, en cuanto que conoce, es un modo eterno del pensar, que está determinado por otro modo eterno del pensar, y éste a su vez por otro, y así hasta el infinito, de tal manera que todos ellos juntos constituyen el entendimiento infinito y eterno de d-os.
Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón. Nada es más útil al hombre que el hombre. Quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que todos los espíritus formen un solo espíritu y su cuerpo un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuando puedan, en conservar su ser, buscando todos la utilidad común, de donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos – fidos- de confianza y honestos. El hombre es un d-os para el hombre.
El espíritu, en cuanto que raciocina, no apetece otra cosa que conocer, y no juzga útil nada más que lo que lo lleva al conocimiento. Por consiguiente, sólo sabemos con certeza que es bueno aquello que conduce realmente al conocimiento, y al contrario, que es malo aquello que puede impedir que conozcamos.
La impotencia consiste en el hecho de que el hombre se deje llevar por las cosas exteriores, y resulta determinado por ellas a hacer lo que esas cosas exteriores exigen, pero no lo exige la propia naturaleza. Cuando más nos esforzamos por vivir bajo la guía de la razón, tanto más nos esforzamos en no depender de la esperanza, librarnos del miedo, tener el mayor imperio posible sobre la fortuna y dirigir nuestras acciones conforme al seguro consejo de la razón. Y el que no es movido ni por la razón ni por la conmiseración a ayudar a los otros merece el nombre de inhumano.
Todo esfuerzo que realizamos según la razón no es otra cosa que conocimiento – intelligere-, y el espíritu, en la medida que usa la razón no juzga útil más que lo que lo lleva al conocimiento.
La razón no exige nada que sea contrario a la naturaleza, exige, por consiguiente, que cada cual se ame a sí mismo y que apetezca todo aquello que conduce realmente al hombre a una perfección mayor. Cuanto más se esfuerza cada cual en buscar su utilidad, esto es, en conservar su ser, y cuanto más lo consigue, tanto más dotado de virtud está; y al contrario, en tanto que descuida la conservación de su utilidad- esto es de su ser, en esa medida es impotente. El deseo de vivir felizmente, o sea de vivir y obrar bien, es la esencia del hombre, es decir el deseo de conservar su ser. El esfuerzo por conservarse es el primero y único fundamento de la virtud. Actuar según la virtud no es, en nosotros, otra cosa que obrar, vivir o conservar el ser bajo la guía de la razón y poniendo como fundamento la búsqueda de la propia utilidad.
Baruj Spinoza describe a d-os como un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita. La existencia de una substancia es, como su esencia, una verdad eterna. Por sustancia entiende aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa. Una sustancia no puede ser producida por otra sustancia. En la naturaleza no existe sino una única substancia, y ésta es absolutamente infinita. D-os existe necesariamente. Excepto D-os, no existe ni puede concebirse substancia alguna. Todas las cosas son y dependen de él. D-os, el entendimiento de d-os y las cosas por él entendidas son todo uno y lo mismo.
El pensamiento, dado que se lo supone atributo de D-os, es necesariamente infinito.
La virtud y el servicio de D-os son ellos mismo la beatitud y la suprema libertad. Por virtud, Spinoza entiende lo mismo que potencial en cuanto a que el hombre tiene la potestad de llevar a cabo ciertas cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de la naturaleza. Así, el potencial del hombre, en cuanto explicada por su esencia actual, es una parte de la infinita potencia, esto es, de la esencia de D-os o de la naturaleza. La esencia del hombre está constituida por ciertos modos de atributos de D-os. El espíritu humano es una parte del entendimiento infinito de D-os y por ende, cuando decimos que el espíritu humano percibe esto o aquello, no decimos otra cosa sino que D-os tiene esta o aquella idea.
El supremo bien del espíritu es el conocimiento de d-os, y su suprema virtud, la de conocer a d-os. Solo en dicha medida puede decirse absolutamente, que se obra según la virtud. Así la virtud absoluta del espíritu es el conocimiento. Ahora bien, lo más alto que el espíritu puede conocer es a d-os. Ese amor a d-os es el supremo bien que podemos apetecer, según el dictamen de la razón. Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a d-os.
El amor intelectual del espíritu hacia d-os es el mismo amor con que d-os se ama a si mismo, no en cuanto que d-os es infinito, sino en la medida en que puede explicarse a través de la esencia del espíritu humano considerada desde la perspectiva de la eternidad. Resulta evidente que nuestro espíritu, en cuanto que conoce, es un modo eterno del pensar, que está determinado por otro modo eterno del pensar, y éste a su vez por otro, y así hasta el infinito, de tal manera que todos ellos juntos constituyen el entendimiento infinito y eterno de d-os.
Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón. Nada es más útil al hombre que el hombre. Quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que todos los espíritus formen un solo espíritu y su cuerpo un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuando puedan, en conservar su ser, buscando todos la utilidad común, de donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos – fidos- de confianza y honestos. El hombre es un d-os para el hombre.
Explica Gilles DELEUZE qué la filosofía estaba comprometida con d-os hasta el golpe revolucionario de los filósofos del Siglo XVIII. Por ejemplo, para Aristóteles había sustancias puramente espirituales y luego había sustancias materiales.
Spinoza constituye una oposición a toda una tradición filosófica, la tradición del uno superior al ser. El filósofo sefaradita crea una filosofía anti-jerárquica. Para este el alma no vale más que el cuerpo. El pensamiento no vale más que la extensión como sostuvo Descartes. Con Spinoza jamás podremos decir mi cuerpo vale menos que mi alma. De hecho, somos modos dobles. Somos también almas. ¿Y qué quiere decir alma? No es difícil. En Spinoza un alma es un modo del pensamiento. Nosotros somos indisolubles en cuerpo y alma. Alma y cuerpo son la misma modificación de la sustancia en dos modos de atributos diferentes. Deleuze dice que Spinoza llama alma a una modificación relacionada al atributo pensamiento y cuerpo a la misma modificación relacionada al atributo extensión.
Spinoza nos dice que el tercer género de conocimiento o el conocimiento intuitivo va más allá de las relaciones de las relaciones de composición y descomposición. Es el conocimiento de la esencia. El tercer género de conocimiento existe cuando ser conciente de sí mismo, ser conciente de d-os y ser conciente del mundo no hacen más que uno. A la felicidad del tercer género, le reserva el nombre de beatitud.
Esencia es lo que la cosa es, por oposición al accidente. Una vez que pablo ha muerto, su esencia permanece como una realidad física, es un ser real. La existencia de la esencia de Pablo es eterna. Cada uno es mortal pero eterno.
La muy curiosa idea de Spinoza es que finalmente la parte más grande de mí será aquello que haya hecho durante mi existencia.
Spinoza constituye una oposición a toda una tradición filosófica, la tradición del uno superior al ser. El filósofo sefaradita crea una filosofía anti-jerárquica. Para este el alma no vale más que el cuerpo. El pensamiento no vale más que la extensión como sostuvo Descartes. Con Spinoza jamás podremos decir mi cuerpo vale menos que mi alma. De hecho, somos modos dobles. Somos también almas. ¿Y qué quiere decir alma? No es difícil. En Spinoza un alma es un modo del pensamiento. Nosotros somos indisolubles en cuerpo y alma. Alma y cuerpo son la misma modificación de la sustancia en dos modos de atributos diferentes. Deleuze dice que Spinoza llama alma a una modificación relacionada al atributo pensamiento y cuerpo a la misma modificación relacionada al atributo extensión.
Spinoza nos dice que el tercer género de conocimiento o el conocimiento intuitivo va más allá de las relaciones de las relaciones de composición y descomposición. Es el conocimiento de la esencia. El tercer género de conocimiento existe cuando ser conciente de sí mismo, ser conciente de d-os y ser conciente del mundo no hacen más que uno. A la felicidad del tercer género, le reserva el nombre de beatitud.
Esencia es lo que la cosa es, por oposición al accidente. Una vez que pablo ha muerto, su esencia permanece como una realidad física, es un ser real. La existencia de la esencia de Pablo es eterna. Cada uno es mortal pero eterno.
La muy curiosa idea de Spinoza es que finalmente la parte más grande de mí será aquello que haya hecho durante mi existencia.