¿ Por qué fueron anglicanos los Herrera ? Luis Alberto de Herrera es ascendiente directo del actual presidente de Uruguay.
Samuel Lafone fue uno de los fundadores del Banco Comercial, integró su primer directorio junto con Tomás Tomkinson, su consuegro, Pablo Duplessis, Pedro Sáenz de Zumarán, Jaime Cibils, Carlos Navia y Lucas Fernández. Lafone murió de fiebre amarilla en Buenos Aires y sus restos fueron trasladados a Montevideo y enterrados en el Cementerio Británico. Lafone contrajo matrimonio en Buenos Aires con María Quevedo y Alsina. Una sobrina de su mujer, Manuela Quevedo Antuña, quedó muy pequeña huerfana de madre y el matrimonio Lafone Quevedo se hizo cargo de su educación que fue “ a la inglesa” y en el anglicanismo. Esta niña sería, años más tarde, la madre de Luis Alberto de Herrera.
Fin.
Fin.
Que diría Varela...
La divulgación del pensamiento completo del reformador uruguayo pondría los pelos de punta a más de uno. Era un liberal acérrimo, defensor de los postulados de Adam Smith, y antiproteccionista. Como él expresara: La libertad nos hará justos, nos hará grandes, nos hará ricos. El negocio familiar fundado por su padre era una Barraca y allí trabajó buena parte de su vida. No tuvo estudios terciarios. Viajó a Europa y Estados Unidos a los 22 años (1867). Sus crónicas de viaje fueron recogidas por los diarios de la época. En el viejo continente y en Norteamérica, recibió el impacto de las nuevas corrientes pedagógicas que se abrían paso, cambiando su orientación filosófica desde un espiritualismo racionalista al positivismo, muy influido por la lectura del filósofo del progreso evolutivo y cofundador de la sociología, Herbert Spencer (1820-1903).
Aborrecía el inmovilismo católico ya que era deísta. Se adelantó en ciento cuarenta años al Papa Francisco. En un artículo en el periódico “La Semana”, en ocasión de viernes santo expresó: suponed que todas las riquezas con que se adorna el templo…se arrancan de allí y se emplearan en auxiliar a los pobres, en llevar un poco de abrigo a la cama de los enfermos, un poco de pan a la choza de los desvalidos! ¿Creeis que no sería este un medio mejor de adorar a Cristo, que no ir al templo a elevar una plegaria, que las más de las veces no nace del corazón? Los días santos no deberían emplearse en visitar los templos: sino los hospitales, los asilos de mendigos, todos los lugares donde se sufre, se llora, se padece! La imagen de Cristo no está en la cruz y en esa imagen de madera colgada en el templo: está en los huérfanos, en los mendigos, en todos los que tienen hambre y sed de justicia. ¿Creeis que puede tener valor la plegaria que se dirige a los cielos en los días santos, cuando la misma persona que eleva esa plegaria ha cerrado su corazón a los que sufren? Es en su obra, “La Legislación Escolar”, expresa: la historia de todos los pueblos y de todos los días nos enseña que en ninguna materia se sienten más dispuestos a abusar, generalmente, los hombres, que en lo que se relaciona con las creencias religiosas.
Para aquellos gremialistas para quienes los problemas de la enseñanza estatal se reducen a una cuestión presupuestal, el reformador les contestaría; El capital que se emplea en pagar al maestro se ha invertido bien cuando éste ha instruído a sus alumnos, en tanto que se malgasta cuando no se los ha instruído (“La Ley de Educación”). Pero no se queda allí. En respuesta al Dr. Lucas Herrera y Obes, publicada en el Diario”El Siglo”, el 8 y 10 de octubre de 1868, expresó: para mi el niño no va a la escuela a aprender, sino a adquirir los medios de poder aprender. Las deficiencias de nuestros maestros, lo inadecuado de los edificios que ocupan, las influencias externas que alejan al niño del estudio, hacen que por lo general nuestras escuelas primarias no son más que un punto adonde se envía a los niños pequeños, no para que aprendan sino para que no estorben en la casa durante el día…La escuela así, lejos de ser un elemento de progreso es quizás, una prueba de estancamiento y decadencia. La Escuela bien dirigida, educa, mejora, perfecciona, la escuela abandonada es simplemente, un depósito de niños.
Para nuestros actuales trabajadores del Estado tampoco tendría palabras bonitas. En su libro “La Legislación Escolar” (1876) habla de la fiebre de asaltar los puestos públicos y de vivir a costa del Estado, que se ha apoderado de nuestro pueblo. Con la misma, si no con más rápida progresión que las necesidades de la vida, han crecido los empleos, las jubilaciones, las pensiones, las gracias especiales, los aumentos de sueldo, los negocios abusivos: en una palabra, todos los mil medios puestos en práctica, a la sombra del Poder Público, para vivir bien sin tener hábitos de trabajo. Consumen, pues sin producir, todos los empleados en la administración, con excepción de los empleados en la Instrucción Pública y, con más latitud, todos los que viven del Estado. El número de éstos es excesivo entre nosotros, lo que hace excesivo también el número de los que, consumen sin producir.
Alguna vez escuche a un economista blanco expresar loas a la proliferación de colegios privados que tuvo como consecuencia, voluntaria o no, el gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle en la primera mitad de la década de los noventa. En “La Educación del Pueblo” (1874) expresa que los que una vez se han encontrado juntos en los bancos de la escuela, en la que eran iguales y a la que concurrían usando de un mismo derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, y a no reconocer más diferencias que las que resultan de las aptitudes y virtudes de cada uno. Y así, la Escuela gratuita es el más poderoso instrumento para la práctica de la igualdad democrática…todas las exigencias de la República, sólo tiene un medio de realización: educar, educar, siempre educar.
En el anterior período de gobierno, tuvimos un Presidente que hizo caudal político de la chabacanería. A dicho mandatario lo corregiría diciendo; las generaciones actuales son las que educan a las futuras, y cuando aquéllas adolecen de faltas y vicios, la educación que proporcionan es defectuosa y viciosa. La ignorancia no es un derecho, es un abuso.
Y para quienes no quieren dar la batalla contra la balcanización de asentamientos donde florecen los excluídos, Varela les diría: educar es conquistar a los niños para la virtud y el bien, es salvar a los hombres de la terrible tempestad del crimen, es rescatar a las poblaciones del desquicio y del desorden. Educar a los niños de hoy es formar a los hombres del mañana.
Cuando en 1877 se dicta la Ley de Educación Común, por decreto del dictador Lorenzo Latorre, los opositores a la misma se alzaron contra este colaborador del gobierno tiránico. El le contestó que es un hecho incontrovertible que no combate a la dictadura, sino que forma parte de ella, pero llevando a cabo la reforma educativa combatía a las dictaduras del porvenir. Por este medio, la inteligencia terminará venciendo al cuartel. En un editorial titulado “Los Partidos” del 9 de diciembre de 1869, Varela explaya su pensamiento frente a los partidos políticos, afirmando que sólo existen, en puridad dos: el progresista y el retrógrado.
La divulgación del pensamiento completo del reformador uruguayo pondría los pelos de punta a más de uno. Era un liberal acérrimo, defensor de los postulados de Adam Smith, y antiproteccionista. Como él expresara: La libertad nos hará justos, nos hará grandes, nos hará ricos. El negocio familiar fundado por su padre era una Barraca y allí trabajó buena parte de su vida. No tuvo estudios terciarios. Viajó a Europa y Estados Unidos a los 22 años (1867). Sus crónicas de viaje fueron recogidas por los diarios de la época. En el viejo continente y en Norteamérica, recibió el impacto de las nuevas corrientes pedagógicas que se abrían paso, cambiando su orientación filosófica desde un espiritualismo racionalista al positivismo, muy influido por la lectura del filósofo del progreso evolutivo y cofundador de la sociología, Herbert Spencer (1820-1903).
Aborrecía el inmovilismo católico ya que era deísta. Se adelantó en ciento cuarenta años al Papa Francisco. En un artículo en el periódico “La Semana”, en ocasión de viernes santo expresó: suponed que todas las riquezas con que se adorna el templo…se arrancan de allí y se emplearan en auxiliar a los pobres, en llevar un poco de abrigo a la cama de los enfermos, un poco de pan a la choza de los desvalidos! ¿Creeis que no sería este un medio mejor de adorar a Cristo, que no ir al templo a elevar una plegaria, que las más de las veces no nace del corazón? Los días santos no deberían emplearse en visitar los templos: sino los hospitales, los asilos de mendigos, todos los lugares donde se sufre, se llora, se padece! La imagen de Cristo no está en la cruz y en esa imagen de madera colgada en el templo: está en los huérfanos, en los mendigos, en todos los que tienen hambre y sed de justicia. ¿Creeis que puede tener valor la plegaria que se dirige a los cielos en los días santos, cuando la misma persona que eleva esa plegaria ha cerrado su corazón a los que sufren? Es en su obra, “La Legislación Escolar”, expresa: la historia de todos los pueblos y de todos los días nos enseña que en ninguna materia se sienten más dispuestos a abusar, generalmente, los hombres, que en lo que se relaciona con las creencias religiosas.
Para aquellos gremialistas para quienes los problemas de la enseñanza estatal se reducen a una cuestión presupuestal, el reformador les contestaría; El capital que se emplea en pagar al maestro se ha invertido bien cuando éste ha instruído a sus alumnos, en tanto que se malgasta cuando no se los ha instruído (“La Ley de Educación”). Pero no se queda allí. En respuesta al Dr. Lucas Herrera y Obes, publicada en el Diario”El Siglo”, el 8 y 10 de octubre de 1868, expresó: para mi el niño no va a la escuela a aprender, sino a adquirir los medios de poder aprender. Las deficiencias de nuestros maestros, lo inadecuado de los edificios que ocupan, las influencias externas que alejan al niño del estudio, hacen que por lo general nuestras escuelas primarias no son más que un punto adonde se envía a los niños pequeños, no para que aprendan sino para que no estorben en la casa durante el día…La escuela así, lejos de ser un elemento de progreso es quizás, una prueba de estancamiento y decadencia. La Escuela bien dirigida, educa, mejora, perfecciona, la escuela abandonada es simplemente, un depósito de niños.
Para nuestros actuales trabajadores del Estado tampoco tendría palabras bonitas. En su libro “La Legislación Escolar” (1876) habla de la fiebre de asaltar los puestos públicos y de vivir a costa del Estado, que se ha apoderado de nuestro pueblo. Con la misma, si no con más rápida progresión que las necesidades de la vida, han crecido los empleos, las jubilaciones, las pensiones, las gracias especiales, los aumentos de sueldo, los negocios abusivos: en una palabra, todos los mil medios puestos en práctica, a la sombra del Poder Público, para vivir bien sin tener hábitos de trabajo. Consumen, pues sin producir, todos los empleados en la administración, con excepción de los empleados en la Instrucción Pública y, con más latitud, todos los que viven del Estado. El número de éstos es excesivo entre nosotros, lo que hace excesivo también el número de los que, consumen sin producir.
Alguna vez escuche a un economista blanco expresar loas a la proliferación de colegios privados que tuvo como consecuencia, voluntaria o no, el gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle en la primera mitad de la década de los noventa. En “La Educación del Pueblo” (1874) expresa que los que una vez se han encontrado juntos en los bancos de la escuela, en la que eran iguales y a la que concurrían usando de un mismo derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, y a no reconocer más diferencias que las que resultan de las aptitudes y virtudes de cada uno. Y así, la Escuela gratuita es el más poderoso instrumento para la práctica de la igualdad democrática…todas las exigencias de la República, sólo tiene un medio de realización: educar, educar, siempre educar.
En el anterior período de gobierno, tuvimos un Presidente que hizo caudal político de la chabacanería. A dicho mandatario lo corregiría diciendo; las generaciones actuales son las que educan a las futuras, y cuando aquéllas adolecen de faltas y vicios, la educación que proporcionan es defectuosa y viciosa. La ignorancia no es un derecho, es un abuso.
Y para quienes no quieren dar la batalla contra la balcanización de asentamientos donde florecen los excluídos, Varela les diría: educar es conquistar a los niños para la virtud y el bien, es salvar a los hombres de la terrible tempestad del crimen, es rescatar a las poblaciones del desquicio y del desorden. Educar a los niños de hoy es formar a los hombres del mañana.
Cuando en 1877 se dicta la Ley de Educación Común, por decreto del dictador Lorenzo Latorre, los opositores a la misma se alzaron contra este colaborador del gobierno tiránico. El le contestó que es un hecho incontrovertible que no combate a la dictadura, sino que forma parte de ella, pero llevando a cabo la reforma educativa combatía a las dictaduras del porvenir. Por este medio, la inteligencia terminará venciendo al cuartel. En un editorial titulado “Los Partidos” del 9 de diciembre de 1869, Varela explaya su pensamiento frente a los partidos políticos, afirmando que sólo existen, en puridad dos: el progresista y el retrógrado.

Explica Michel Foucault ( 1926 -1984) -Vigilar y Castigar, pág. 260, Siglo XXI, 2014- que las leyes punitivas modernas derivan de los códigos penales europeos de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Esta legislación, al influjo de Beccaria, se caracterizó por la eliminación de los suplicios y del espectáculo público del tormento. Ya no es más el cuerpo el objeto de la penalidad. A la expiación que causa estragos en el cuerpo le sucedió un castigo que actuó en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, tomando al alma y no al cuerpo como objeto de castigo.
Mas modernamente, continúa diciendo el filósofo francés, la problematización del criminal detrás de su crimen, la preocupación de un castigo que sea una corrección, una terapéutica, una normalización, la división del acto de juzgar entre diversas instancias que suponen medir, apreciar, diagnosticar, curar, transformar a los individuos revelan la penetración del diagnóstico médico en la inquisición judicial.
Por otra parte, expresa el ex Presidente de la Suprema Corte de Justicia Uruguaya y profesor de Derecho Penal, Milton Cairoli ( Curso de Derecho Penal Uruguayo, Tomo II- pág. 114 y ss, año 1987) que la pena se legisla como una sanción a un obrar típificado como delito por la Ley penal. Esta tiene dos funciones, una de amenaza y la otra de efectiva aplicación. La ley procura ejercer una coacción sicológica disuadiendo a los ciudadanos de que no cometan delitos. Las leyes penales, por otro lado, son necesarias para hacer cumplir las costumbres aceptadas por el grupo cultural dominante. La aplicación de la pena, dice el ex magistrado, da a la colectividad una gran satisfacción, pues evita represalias colectivas, linchamientos, neutraliza las perturbaciones producidas por el delito y previene los futuros. Mediante la pena aplicada al infractor, la sociedad se defiende del delito. Pero allí no termina el deber de la sociedad, pues es objeto de esta rehabilitar al infractor de acuerdo a los preceptos que la moral, la escuela, la Iglesia o la propia sociedad han dictado.
¿Es aquí donde deberían terminar nuestras responsabilidades? se pregunta el ex juez. No, ya que mediante la rehabilitación no se anulan las causas sociales del delito. Los procesos de formación de leyes penales son entonces, el resultado de una incomunicación total entre juristas y hechos sociales. Para que ello no ocurra sería necesario que no solo los juristas propongan leyes penales copiándolas de los países desarrollados sino que los estudiosos de la realidad social la examinarán e indicarán las reformas convenientes. De esta forma la ley sería programática, es decir establecería un plan para el futuro que debiera cambiar a medida que las exigencias de la sociedad así lo requieran.
¿Y cual es esta realidad que lleva a nuestros mejores hijos a delinquir? Gilles Lipovetsky ( La felicidad paradójica, París, 2006, página 184 y ss.) nos comenta que tanto en Europa como en EEUU, ha habido un fuerte crecimiento de los delitos y los actos violentos: el índice de actos violentos cometidos en Francia se ha duplicado entre 1985 y 2001. El aumento de la violencia se debe a los actos cometidos principalmente por menores de 18 años y jóvenes adultos que han visto el transcurrir de su vida en medios desheredados. El número de menores juzgados por actos de violencia en Francia se ha multiplicado por cuatro. Cuesta no relacionar este hecho, dice el sociólogo, con la disgregación de las familias, la pérdida de autoridad parental y las insuficiencias de la educación, que dan lugar a la erosión del sentido de los límites, de la reglas y de las prohibiciones, una juventud más abandonada a sí misma y que, despojada de referentes, muestra menos capacidad para soportar las frustraciones y los impedimentos.
Si las rebeldías juveniles son una de las consecuencias del fracaso de los movimientos sociales, también son fruto de un mundo social desestructurado y privatizado por influjo del consumo comercial, por nuevos modos de vida centrados en el dinero, en la vida en el presente, en la satisfacción inmediata de los deseos.
Privados de puntos de referencia y de horizontes, frustrados por su forma de vivir, desestabilizados por la deficiencia de la educación parental, presente en todos los medios, pero en particular en las capas sociales afectadas por el desempleo y el choque de culturas, los jóvenes urbanos reivindican la delincuencia como una forma de vida normal en un universo percibido como una jungla en la que ellos no pueden vivir como todo el mundo.
Los “have nots” no se sienten pobres sólo porque consuman pocos bienes y diversiones, sino también porque consumen demasiadas imágenes de felicidad comercial irreal.
Los actos violentos, no son por lo tanto, dice Lipovetsky, sólo una consecuencia automática de las desestructuraciones liberales, son también uno de los medios a los que recurren los jóvenes de los barrios marginales para afirmarse, imponerse a los demás, compensar sus fracasos escolares, soportar su inferioridad social.
Conforme se disuelven las reglas familiares y comunitarias, los individuos tienen que definirse, tienen que construir su identidad eligiendo modelos de referencia incluso mientras el orden económico les impone desempleo y existencia precaria. En unos el individualismo se concreta con preguntas sobre sí mismo, con reivindicaciones identitarias, con la recuperación subjetiva de la tradición como la de aquellos jóvenes que se convierten en carne de cañon de los movimientos fundamentalistas. En otros se materializa en la violencia como forma de obtener una categoría, ser alguien, existir como sea ante uno mismo y ante los demás.
Agradecimientos: Mario Migdal.
Fin.
El poder político en una sociedad de tipo medieval consistía esencialmente en que se pagara las contribuciones al Señor feudal, prestándosele, si correspondía, el servicio de las armas. Su feudo estaba constituido por habitantes que eran vistos como un todo o como mucho se percibía a las familias, pero los individuos que vivían en él, no caían bajo su interés. Al mismo tiempo, la función del estado se limitaba a darle a determinadas poblaciones, un territorio, garantizándoles que iban a poder vivir en paz dentro del mismo. Ni al Señor feudal ni al estado le preocupaba lo que hacían los individuos, en suma el poder político era indiferente a las conductas individuales. A partir del Siglo XVIII, la población dejará de ser percibida desde de la noción jurídico política de “sujetos” para a ser el objeto técnico político de una gestión y un gobierno.
Uno de los grandes descubrimientos del pensamiento político de fines del Siglo XVIII, es la idea de Sociedad, en la que el gobierno no debe sólo administrar un territorio, un dominio, y ocuparse de sus súbditos, sino de tratar con una realidad compleja e independiente, que tiene sus propias reglas leyes y mecanismos de reacción, sus reglamentaciones como sus posibilidades de desorden.
Es en el Siglo XIX, que los esquemas de pensamiento, las formas políticas, los mecanismos económicos fundamentales, que eran los de Occidente se universalizaron por la violencia de la colonización. Con el desarrollo del capitalismo nace el miedo a que movimientos populares de resistencia, de inercia, de rebelión, derroquen todo ese orden que estaba naciendo, por lo que fue preciso que cada cual fuera efectivamente percibido por el ojo del poder ya que una sociedad de tipo capitalista supone una producción que fuese lo más intensa y eficaz posible. Fue menester entonces una vigilancia precisa y concreta sobre todos los individuos. No era posible funcionar con un sistema de poder político en cierta forma indiferente a estos.
En nuestros días, en Occidente, el problema fronterizo casi no se plantea. Lo que el Estado se propone entonces, como pacto a la población es que “estarán garantizados” contra todo lo que pueda ser incertidumbre, accidente, daño, riesgo. ¿Está Usted enfermo? ¡Tendrá la seguridad social! ¿No tiene trabajo? ¡Tendrá un seguro de desempleo! ¿Hay un terremoto? Crearemos un fondo de solidaridad. ¿Hay delincuentes? ¡Nos vamos a asegurar de enderezarlos y de ejercer buena vigilancia policial! Lo que choca de manera absoluta es el terrorismo. Lo que suscite la ira real y no fingida del gobernante, es que el terrorismo lo ataca en el plano en que él ha afirmado justamente la posibilidad de garantizar a la gente que nada ha de sucederle.
El poder es por lo tanto, un conjunto de mecanismos y procedimientos cuyo papel o función es asegurarlo. El análisis de los mecanismos de este, tienen el papel de demostrar cuales son los efectos de que se producen en nuestra sociedad por obra de las luchas, los enfrentamientos, los combates que se libran, así como por las tácticas de poder que son los elementos de esta lucha. Sin embargo, hay que hacer notar que en algunos países occidentales, el poder político es ejercido por individuos y clases sociales que no detentan en absoluto el poder económico. Este poder político está, en parte ligado a una estrategia de amedrentar, infundir miedo, tomar medidas ejemplificadotas, intimidar, actuar sobre la población blanco, que es móvil, disgregable, incierta y que algún día podría llegar a ser inquietante: jóvenes desocupados, estudiantes, etc.
Una de las formas de sustentación del poder, es la represión penal, persiguiendo a los autores de infracciones a las normas, defendiendo a un sistema moral originado de hecho en la clase dirigente, aceptando la distinción burguesa entre virtud, vicio y respeto por la propiedad de otros. La norma jurídica tiene un carácter primariamente prescriptivo: la determinación y señalamiento de lo normal y lo anormal. Cometer un crimen implica un cuestionamiento fundamental del funcionamiento de la sociedad. El crimen es un golpe de estado que viene de abajo como se señala en “Los Miserables”.
Pero los mecanismos de poder son mucho más amplios que el mero aparato jurídico, legal, y este se ejerce mediante procedimientos de dominación que son numerosos. En nuestros días el control es menos severo y más refinado, pero no por ello menos aterrador.
En nuestra sociedad de orientación psiquiátrica, se mira con benevolencia cualquier cosa que pueda brindar placer al individuo. La psiquiatría se ha convertido en la nueva religión. Freud trasladó la confesión de la rígida retórica barroca de la Iglesia al relajante diván del psicoanalista. La imagen de d-os ya no vino a resolver los conflictos, dejó su lugar al individuo mismo a través de la comprensión de sus actos.
También tenemos, los efectos de verdad ligados al sistema de informaciones, cuando alguien, un locutor de radio o televisión, nos anuncia algo, creemos o no creemos, pero la cosa empieza a funcionar en la cabeza de millares de personas como verdad por el mero hecho que es pronunciada de esta manera, con este tono, por esta persona, a esta hora.
Durante el transcurso de nuestra vida todos estamos atrapados en diversos sistemas autoritarios, ante todo la escuela, nuestro trabajo y hasta en nuestras distracciones. Si bien es cierto que esas pequeñas relaciones de poder son muchas veces regidas, inducidas desde arriba por los grandes poderes del Estado o las grandes dominaciones de clase, hay que decir además que, en sentido inverso, ¿qué seria del poder del Estado, si en torno de cada individuo no hubiese todo un haz de relaciones de poder que lo ligan a sus padres, a su empleador, a su maestro, al que sabe, al que le ha metido en la cabeza tal o cual idea?
Una dominación de clase o una estructura de Estado sólo pueden funcionar si en la base existen esas pequeñas relaciones de poder, colocadas en diferentes niveles, apoyándose unas otras, cuestionándose mutuamente. Son sutiles, múltiples, esto hace que los individuos estén en relación unos con otros, no meramente bajo la forma de la comunicación de un sentido, bajo la forma del deseo, sino también bajo una cierta forma que les permite actuar los unos sobre los otros, si se quiere, “gobernándose los unos a los otros”.
Hay relaciones de poder entre un hombre y una mujer, entre el que sabe y el que no, entre padres e hijos, en la familia. Son relaciones de fuerzas, y por tanto, de pequeños enfrentamientos, microluchas, por llamarlos de algún modo.Estas relaciones se actualizan en el interior de una institución, en las relaciones de clase o en las relaciones sexuales, etc.
El punto en que nos encontramos está más allá de cualquier posibilidad de rectificación, porque la concatenación de esos sistemas ha seguido imponiendo este esquema hasta hacerlo aceptar por la generación actual como una forma de la normalidad. Sin embargo, no se puede asegurar que sea un gran mal. El control permanente de los individuos lleva a una ampliación del saber sobre ellos, produce hábitos de vida refinados y superiores. Si el mundo está en trance de convertirse en una suerte de prisión, es para satisfacer las exigencias humanas.
Bibliografía:
La Verdad y las Formas Jurídicas, Gedisa, 2007.
Seguridad, Territorio y Población, Curso en el Collage de France, 1977-1978
El Poder, Una bestia magnífica. Siglo XXI, año 2012.
En su reciente libro, “El Precio de la Desigualdad “, el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, parecería que le hablase a nuestros economistas, tan jactanciosos a la hora de exponer sus logros económicos, sobre todo sobre la base del crecimiento del Producto Bruto Interno.
Pero el académico nos recuerda que no existe una proporción directa entre su crecimiento y el beneficio de todos.
Véanse todo lo que dichas cifras no nos dicen.
En primer lugar, que la ineficiencia contribuye a inflarlo. Si quince funcionarios públicos se encargan de una tarea que solo pueden hacer dos, se movilizará más transporte, se consumirá más energía, se pagan más sueldos, crece el Producto Bruto, pero ello no aumenta los beneficios. A mayor ineficiencia, mayor PBI.
En segundo lugar, en estas regiones, inversores extranjeros han desarrollado emprendimientos en zonas francas, forestación, papeleras, fábricas robotizadas, pero si los ingresos asociados con los bienes producidos en el país se van a otra parte, el PIB sube, pero el Producto Nacional Bruto baja. Si además la empresa extranjera contamina o utiliza recursos no renovables como ser la minería y la sociedad no les impone a los capitalistas, contrapartidas económicas por la contaminación provocada o los recursos agotados, más que ganando con ello estamos perdiendo. Stiglitz propone entonces la medición de un PBI verde que refleje el agotamiento de nuestros recursos y la degradación de nuestro medio ambiente.
En tercer lugar, el crecimiento del PBI no conlleva necesariamente a la igualdad. Este puede estar asociado a una sociedad dividida entre ricos y pobres. Un país donde los primeros viven en urbanizaciones cerradas, envían a sus hijos a colegios caros y tienen acceso a la mejor medicina. Al mismo tiempo el resto vive en un ámbito marcado por la inseguridad, una educación mediocre y un sistema de salud precario. Eso se llama economía dual. Dos sociedades que viven una al lado de la otra, pero que apenas se conocen.
Irónicamente, la creciente desigualdad dará lugar a un mayor gasto para prevenir la delincuencia, eso se reflejará como un aumento en el PIB, pero nadie debería confundirlo con un aumento en el bienestar.
Otro fenómeno asociado el crecimiento del PBI es el consumismo. Desde lo más remoto de los tiempos, una oligarquía privilegiada ha consumido de acuerdo a sus posibilidades. Pero en determinadas circunstancias de crecimiento económico, la gente que está por debajo del quintil más alto aspira a imitar a los que están por encima. Para los que están en el segundo percentil, vivir como la capa más alta representa una aspiración, Para los que están en el tercer percentil, el segundo representa su modelo, y así sucesivamente. Los economistas hablan de la importancia de la renta relativa y de la privación relativa. Lo que cuenta para la sensación de bienestar de un individuo no es solo la renta de un individuo en términos absolutos, sino su renta en relación con los demás. La importancia de la renta relativa es tan grande que, entre los académicos, la cuestión de si existe alguna relación a largo plazo entre el crecimiento del PIB y el bienestar subjetivo en esos países es una cuestión sin resolver. Las preocupaciones de los individuos con su consumo, en relación con el de los demás, el problema de ” no ser menos que el vecino“, ayuda a explicar porque tantas personas viven por encima de sus posibilidades y porque tanta gente trabaja tanto y durante tantas horas.
Hace muchos años, dice Stiglitz, Keynes planteó una pregunta. Durante miles de años, la mayoría de la gente tenía que pasarse la mayor parte de su tiempo trabajando simplemente para poder sobrevivir, para comprar comida, ropa y tener un techo donde cobijarse. Entonces, a partir de la Revolución Industrial, los aumentos sin precedentes en la productividad significaron que cada vez más y más individuos podían liberarse de las cadenas de la vida de subsistencia. Un sector cada vez mayor de la población ya solo tenía que dedicar una pequeña parte de su tiempo a cubrir sus necesidades básicas. La pregunta era: ¿cómo iba a gastar la gente el dividendo de la productividad? La respuesta no era obvia. Podían optar por disfrutar cada vez de más tiempo de ocio o podían optar por disfrutar de más bienes. La teoría económica no aporta una predicción clara, aunque cabría suponer que las personas razonables optarían por disfrutar al mismo tiempo de más bienes y de más ocio. Eso fue lo que ocurrió en Europa. Pero en nuestros países la gente opto por menos tiempo de ocio (con la incorporación de la mujer a la vida laboral inclusive) y cada vez más y más bienes.
Los individuos afirman que trabajan mucho por el bien de su familia, pero al trabajar tanto, tienen cada vez menos tiempo para ella y la vida familiar se deteriora.
En un fenómeno que en la República Oriental del Uruguay conocemos bien, la importación masiva de productos genera crecimiento del PBI. Pero si las exportaciones crean empleo, dice Stiglitz, las importaciones lo destruyen haciendo que los países recurran al endeudamiento para cubrir dicho déficit. ¿Durante cuanto tiempo se puede pedir prestado, se pregunta? Tal vez, nuestros países, con una población que está envejeciendo, deberían estar ahorrando para el futuro y no viviendo por encima de sus posibilidades.
( Publicado en Mensuario Identidad)
Pero el académico nos recuerda que no existe una proporción directa entre su crecimiento y el beneficio de todos.
Véanse todo lo que dichas cifras no nos dicen.
En primer lugar, que la ineficiencia contribuye a inflarlo. Si quince funcionarios públicos se encargan de una tarea que solo pueden hacer dos, se movilizará más transporte, se consumirá más energía, se pagan más sueldos, crece el Producto Bruto, pero ello no aumenta los beneficios. A mayor ineficiencia, mayor PBI.
En segundo lugar, en estas regiones, inversores extranjeros han desarrollado emprendimientos en zonas francas, forestación, papeleras, fábricas robotizadas, pero si los ingresos asociados con los bienes producidos en el país se van a otra parte, el PIB sube, pero el Producto Nacional Bruto baja. Si además la empresa extranjera contamina o utiliza recursos no renovables como ser la minería y la sociedad no les impone a los capitalistas, contrapartidas económicas por la contaminación provocada o los recursos agotados, más que ganando con ello estamos perdiendo. Stiglitz propone entonces la medición de un PBI verde que refleje el agotamiento de nuestros recursos y la degradación de nuestro medio ambiente.
En tercer lugar, el crecimiento del PBI no conlleva necesariamente a la igualdad. Este puede estar asociado a una sociedad dividida entre ricos y pobres. Un país donde los primeros viven en urbanizaciones cerradas, envían a sus hijos a colegios caros y tienen acceso a la mejor medicina. Al mismo tiempo el resto vive en un ámbito marcado por la inseguridad, una educación mediocre y un sistema de salud precario. Eso se llama economía dual. Dos sociedades que viven una al lado de la otra, pero que apenas se conocen.
Irónicamente, la creciente desigualdad dará lugar a un mayor gasto para prevenir la delincuencia, eso se reflejará como un aumento en el PIB, pero nadie debería confundirlo con un aumento en el bienestar.
Otro fenómeno asociado el crecimiento del PBI es el consumismo. Desde lo más remoto de los tiempos, una oligarquía privilegiada ha consumido de acuerdo a sus posibilidades. Pero en determinadas circunstancias de crecimiento económico, la gente que está por debajo del quintil más alto aspira a imitar a los que están por encima. Para los que están en el segundo percentil, vivir como la capa más alta representa una aspiración, Para los que están en el tercer percentil, el segundo representa su modelo, y así sucesivamente. Los economistas hablan de la importancia de la renta relativa y de la privación relativa. Lo que cuenta para la sensación de bienestar de un individuo no es solo la renta de un individuo en términos absolutos, sino su renta en relación con los demás. La importancia de la renta relativa es tan grande que, entre los académicos, la cuestión de si existe alguna relación a largo plazo entre el crecimiento del PIB y el bienestar subjetivo en esos países es una cuestión sin resolver. Las preocupaciones de los individuos con su consumo, en relación con el de los demás, el problema de ” no ser menos que el vecino“, ayuda a explicar porque tantas personas viven por encima de sus posibilidades y porque tanta gente trabaja tanto y durante tantas horas.
Hace muchos años, dice Stiglitz, Keynes planteó una pregunta. Durante miles de años, la mayoría de la gente tenía que pasarse la mayor parte de su tiempo trabajando simplemente para poder sobrevivir, para comprar comida, ropa y tener un techo donde cobijarse. Entonces, a partir de la Revolución Industrial, los aumentos sin precedentes en la productividad significaron que cada vez más y más individuos podían liberarse de las cadenas de la vida de subsistencia. Un sector cada vez mayor de la población ya solo tenía que dedicar una pequeña parte de su tiempo a cubrir sus necesidades básicas. La pregunta era: ¿cómo iba a gastar la gente el dividendo de la productividad? La respuesta no era obvia. Podían optar por disfrutar cada vez de más tiempo de ocio o podían optar por disfrutar de más bienes. La teoría económica no aporta una predicción clara, aunque cabría suponer que las personas razonables optarían por disfrutar al mismo tiempo de más bienes y de más ocio. Eso fue lo que ocurrió en Europa. Pero en nuestros países la gente opto por menos tiempo de ocio (con la incorporación de la mujer a la vida laboral inclusive) y cada vez más y más bienes.
Los individuos afirman que trabajan mucho por el bien de su familia, pero al trabajar tanto, tienen cada vez menos tiempo para ella y la vida familiar se deteriora.
En un fenómeno que en la República Oriental del Uruguay conocemos bien, la importación masiva de productos genera crecimiento del PBI. Pero si las exportaciones crean empleo, dice Stiglitz, las importaciones lo destruyen haciendo que los países recurran al endeudamiento para cubrir dicho déficit. ¿Durante cuanto tiempo se puede pedir prestado, se pregunta? Tal vez, nuestros países, con una población que está envejeciendo, deberían estar ahorrando para el futuro y no viviendo por encima de sus posibilidades.
( Publicado en Mensuario Identidad)
Noche de los descuentos, Shooping Centers, aeropuertos congestionados de turistas, ¿ a que se debe tanto consumo? Nos hemos vuelto frívolos, hedonistas e irreverentes. ¿ Que nos ha pasado?Zygmunt Bauman explica porque la gente consume.
Antes de ahora, todo era distinto. D-os, que estaba allá arriba, era quien determinaba el orden de las cosas. El tiempo se movía con mucha mayor lentitud. La comunicación de las decisiones de las autoridades, se regía por lo que le llevase a uno trasladarse de un punto a otro. En ese entonces, las personas, a través de la religión que ocupaba un papel central en sus vidas, intentaban salvar la angustiosa distancia existente entre la pobreza de una vida breve y mortal mediante las esperanzas de reencarnación y resurrección.
En esa etapa de la vida económica, podía pensarse que las cosas durarían, incluido los empleos. Cuando se confeccionaba un bien, su mayor virtud era la durabilidad.
En la primera mitad del siglo XX, comenzar una carrera en Ford o Renault significaba tener la certeza de concluirla en el mismo sitio. Los trabajadores tenían una perspectiva de una vida de trabajo dentro de una empresa que podía o no ser inmortal, pero que con seguridad los sobreviviría largamente. Así nació la cultura de la postergación de la gratificación y la ética del trabajo. Ahorrar, privarse, esforzarse en aras de objetivos temporalmente lejanos.
Pero un día todo cambió.
La ciencia con su primacía sobre la religión, reconoció la naturaleza endémicamente indeterminista del mundo, el enorme papel que juega la casualidad y la excepcionalidad – no la normalidad – del orden y el equilibrio.
Los ejemplo del caos en física enseñan que en vez de llevar al equilibrio, ciertas situaciones dinámicas desencadenan procesos temporalmente caóticos e impredecibles.
Cuando menos control tenemos del presente, menos abarcadora será la planificación del futuro.
La tecnología hizo trisas lo demás. El progreso tecnológico supuso menos empleos. Los empleos seguros en empresas seguras resultaron nostálgicas historias de viejos.
Todo conocimiento cambia demasiado rápido. En la actualidad, a diferencia del pasado, no existen habilidades o experiencias que, una vez adquiridas, garanticen la obtención de un empleo. El saber envejece con rapidez. La tecnología superó las fronteras. El capital se mueve a la velocidad de un clic informático y los estados nación frente a centros del poder financiero disperso, solo pueden abrirse, desregular, flexibilizar a fin de captarlos y evitar así que huyan según una orden dada desde un celular o una computadora portatil en cualquier lugar remoto del mundo. Esto supuso el fin del estado de bienestar.
Asi llegaron los achicamientos, las racionalizaciones y las reestructuraciones. En ausencia de una seguridad a largo plazo, la gratificación instantánea resulta una estrategia apetecible. ¿ Quien puede saber lo que nos deparará el mañana? La postergación de la gratificación ha perdido su encanto. Después de todo, no hay certezas de si el trabajo y el esfuerzo invertidos hoy seguirán teniendo algún valor durante el tiempo que lleve alcanzar la recompensa. En un mundo en el que el futuro es, en el mejor de los casos, oscuro y borroso y muy probablemente peligroso y lleno de riesgos, fijarse objetivos remotos, sacrificar el interés individual en pos de acrecentar el poder grupal y sacrificar el presente en nombre de la dicha futura no resultan una propuesta atractiva y sensata. Cuando menos control tenemos del presente, menos abarcadora será la planificación del futuro. En una vida regida por el principio de flexibilidad, las estrategias y los planes de vida sólo pueden ser de corto plazo.
Pero ser impacientes, hábiles, sobrevivientes, trajo otro síntoma: el individualismo: ” yo primero”. Se espera que los hombres y mujeres individuales usen, por sí mismos e individualmente su propio ingenio, recursos y laboriosidad para elevar su condición a otra más satisfactoria.
Así nació un mundo en que se busca el beneficio inmediato, la gratificación instantánea y la felicidad individual.
No creer en el futuro lleva a que la gente consuma. Pero una economía de consumo es también una economía de objetos que envejecen con rapidez. Se busca en los comercios soluciones a los problemas, alivio al dolor y la ansiedad. Se ha situado el valor de la novedad por encima de lo perdurable. Se ha acortado el lapso temporal que separa el querer del obtener así como entre el nacimiento de la necesidad y su desaparición. Dentro de los atributos del objeto de consumo se añade una etiqueta que en letra pequeña señala, destino final, el cubo de la basura.
Zygmunt Bauman es catedrático emérito de Sociología en las universidades de Leeds y Varsovia.
Antes de ahora, todo era distinto. D-os, que estaba allá arriba, era quien determinaba el orden de las cosas. El tiempo se movía con mucha mayor lentitud. La comunicación de las decisiones de las autoridades, se regía por lo que le llevase a uno trasladarse de un punto a otro. En ese entonces, las personas, a través de la religión que ocupaba un papel central en sus vidas, intentaban salvar la angustiosa distancia existente entre la pobreza de una vida breve y mortal mediante las esperanzas de reencarnación y resurrección.
En esa etapa de la vida económica, podía pensarse que las cosas durarían, incluido los empleos. Cuando se confeccionaba un bien, su mayor virtud era la durabilidad.
En la primera mitad del siglo XX, comenzar una carrera en Ford o Renault significaba tener la certeza de concluirla en el mismo sitio. Los trabajadores tenían una perspectiva de una vida de trabajo dentro de una empresa que podía o no ser inmortal, pero que con seguridad los sobreviviría largamente. Así nació la cultura de la postergación de la gratificación y la ética del trabajo. Ahorrar, privarse, esforzarse en aras de objetivos temporalmente lejanos.
Pero un día todo cambió.
La ciencia con su primacía sobre la religión, reconoció la naturaleza endémicamente indeterminista del mundo, el enorme papel que juega la casualidad y la excepcionalidad – no la normalidad – del orden y el equilibrio.
Los ejemplo del caos en física enseñan que en vez de llevar al equilibrio, ciertas situaciones dinámicas desencadenan procesos temporalmente caóticos e impredecibles.
Cuando menos control tenemos del presente, menos abarcadora será la planificación del futuro.
La tecnología hizo trisas lo demás. El progreso tecnológico supuso menos empleos. Los empleos seguros en empresas seguras resultaron nostálgicas historias de viejos.
Todo conocimiento cambia demasiado rápido. En la actualidad, a diferencia del pasado, no existen habilidades o experiencias que, una vez adquiridas, garanticen la obtención de un empleo. El saber envejece con rapidez. La tecnología superó las fronteras. El capital se mueve a la velocidad de un clic informático y los estados nación frente a centros del poder financiero disperso, solo pueden abrirse, desregular, flexibilizar a fin de captarlos y evitar así que huyan según una orden dada desde un celular o una computadora portatil en cualquier lugar remoto del mundo. Esto supuso el fin del estado de bienestar.
Asi llegaron los achicamientos, las racionalizaciones y las reestructuraciones. En ausencia de una seguridad a largo plazo, la gratificación instantánea resulta una estrategia apetecible. ¿ Quien puede saber lo que nos deparará el mañana? La postergación de la gratificación ha perdido su encanto. Después de todo, no hay certezas de si el trabajo y el esfuerzo invertidos hoy seguirán teniendo algún valor durante el tiempo que lleve alcanzar la recompensa. En un mundo en el que el futuro es, en el mejor de los casos, oscuro y borroso y muy probablemente peligroso y lleno de riesgos, fijarse objetivos remotos, sacrificar el interés individual en pos de acrecentar el poder grupal y sacrificar el presente en nombre de la dicha futura no resultan una propuesta atractiva y sensata. Cuando menos control tenemos del presente, menos abarcadora será la planificación del futuro. En una vida regida por el principio de flexibilidad, las estrategias y los planes de vida sólo pueden ser de corto plazo.
Pero ser impacientes, hábiles, sobrevivientes, trajo otro síntoma: el individualismo: ” yo primero”. Se espera que los hombres y mujeres individuales usen, por sí mismos e individualmente su propio ingenio, recursos y laboriosidad para elevar su condición a otra más satisfactoria.
Así nació un mundo en que se busca el beneficio inmediato, la gratificación instantánea y la felicidad individual.
No creer en el futuro lleva a que la gente consuma. Pero una economía de consumo es también una economía de objetos que envejecen con rapidez. Se busca en los comercios soluciones a los problemas, alivio al dolor y la ansiedad. Se ha situado el valor de la novedad por encima de lo perdurable. Se ha acortado el lapso temporal que separa el querer del obtener así como entre el nacimiento de la necesidad y su desaparición. Dentro de los atributos del objeto de consumo se añade una etiqueta que en letra pequeña señala, destino final, el cubo de la basura.
Zygmunt Bauman es catedrático emérito de Sociología en las universidades de Leeds y Varsovia.
La era del vacío, Gilles Lipovetsky
Ser moderno en la primera mitad del siglo XX, era adherir a los valores superiores, a los esfuerzos colectivos, en un mundo de sensibilidad política con referencias claras: las mujeres debían cuidar la castidad hasta el matrimonio. La autoridad del maestro, del policía, del profesional, del padre, debía respetarse, sin perjuicio de que la conciencia de clase pudiera llevarlos a intentar la revolución si se diesen las circunstancias. La ética protestante sugería ahorrar y sacrificarse.
Pero ocurrió un hecho: la fabricación en los EEUU de artículos para el consumo masivo que ayudados por los medios masivos de comunicación y la moda se hicieron accesibles al gran público, provocaron que las sociedades occidentales se empezaran a mover alrededor del culto al consumo, al tiempo libre y al placer. En ese contexto, el ahorro fue sustituído por el crédito, animando a los hombres comunes a gastar, a disfrutar de la vida, a ceder a sus impulsos. El mayor instrumento de destrucción de la ética protestante fue entonces la propagación masiva del crédito.
Antes para comprar había que ahorrar, pero con la tarjeta de crédito, los deseos pueden satisfacerse de inmediato. El esfuerzo ya no está de moda. Todo lo que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado en beneficio del culto al deseo y su realización inmediata, lo que convirtió al hedonismo- hasta entonces patrimonio de una minoría de artistas e intelectuales – en el comportamiento general de la vida corriente. Como contrapartida, el ideal de subordinación de lo individual a las reglas racionales colectivas fue pulverizado. Se amplió el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores, poniendo en marcha una cultura personalizada o a medida, que permite al átomo social emanciparse del balizaje social.
Del hay que ser absolutamente moderno se ha pasado al hay que ser absolutamente uno mismo. Ello implicó un predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico sobre lo ideológico, de la diversidad sobre la homogeneidad y de lo permisivo sobre lo coercitivo. Todos los grandes valores y finalidades que organizaron las épocas pasadas se encontraron progresivamente vaciados de sustancia. La autoconciencia ha sustituído a la conciencia de clase y política, pero esta conciencia sigue a la moda, es decir es fluctuante y sin mayor motivación. Las posturas políticas e ideológicas se han descrispado. La sensibilidad política ha dado paso a una sensibilidad terapéutica.
Hemos pasado de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos. En nuestros sistemas narcisistas, cada uno corteja a sus superiores para obtener un ascenso. Desea ser mas envidiado que respetado y nuestra sociedad, indiferente al futuro, se presenta como una jungla donde reina la manipulación y la competencia.
Tampoco las religiones fueron inmunes al proceso de personalización. Se es creyente a la carta. Se mantiene tal dogma, se elimina otro. Se mezcla el estudio intensivo del Talmud y la Torah, con el tarot, el zen, el taoísmo o el budismo, en ruptura declarada con la ilustración y el culto a la razón y el progreso. La espiritualidad se parece ahora al autoservicio del supermercado.
El proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal y el respeto a la singularidad, desmultiplicando las referencias y modelos, destruyendo las fórmulas imperativas, exacerbando el deseo de ser uno mismo y gozar de la vida, del éxtasis, de la liberación personal, de la obsesión por el cuerpo y el sexo. Por ello, aunque mayor es el bienestar, mayor es la depresión. ¿Que cosa no le da al hombre moderno, lugar a dramatizaciones y stress?
El individuo se ve obligado a escoger permanentemente, a tomar iniciativas, a informarse, a criticar la calidad de los servicios, a los chequeos médicos, a mantenerse joven. Hasta las abuelas quieren parecerlo. Nos estresamos por los actos más simples, ¿que coche comprar, que película ver, donde ir de vacaciones, que dieta seguir? El consumo obliga al individuo a hacerse cargo de si mismo. Cada uno se hace responsable de su propia vida, debe gestionar de la mejor manera posible su capital estético, afectivo, psíquico, libidinal. Envejecer, engordar, afearse, educar a los hijos, irse de vacaciones, ¡todo es un problema! ¡Las actividades elementales se han vuelto imposibles! De esta manera los problemas personales tomaron dimensiones desmesuradas y cuando más se trató de resolverlos, ayudado por los psicólogos, menos se solucionaron. El homo políticus dio su lugar al homo psicológicus.
Bibliografía: La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, año 2000.
Publicado en Identidad Uruguay, febrero de 2014. B H.
Ser moderno en la primera mitad del siglo XX, era adherir a los valores superiores, a los esfuerzos colectivos, en un mundo de sensibilidad política con referencias claras: las mujeres debían cuidar la castidad hasta el matrimonio. La autoridad del maestro, del policía, del profesional, del padre, debía respetarse, sin perjuicio de que la conciencia de clase pudiera llevarlos a intentar la revolución si se diesen las circunstancias. La ética protestante sugería ahorrar y sacrificarse.
Pero ocurrió un hecho: la fabricación en los EEUU de artículos para el consumo masivo que ayudados por los medios masivos de comunicación y la moda se hicieron accesibles al gran público, provocaron que las sociedades occidentales se empezaran a mover alrededor del culto al consumo, al tiempo libre y al placer. En ese contexto, el ahorro fue sustituído por el crédito, animando a los hombres comunes a gastar, a disfrutar de la vida, a ceder a sus impulsos. El mayor instrumento de destrucción de la ética protestante fue entonces la propagación masiva del crédito.
Antes para comprar había que ahorrar, pero con la tarjeta de crédito, los deseos pueden satisfacerse de inmediato. El esfuerzo ya no está de moda. Todo lo que supone sujeción o disciplina austera se ha desvalorizado en beneficio del culto al deseo y su realización inmediata, lo que convirtió al hedonismo- hasta entonces patrimonio de una minoría de artistas e intelectuales – en el comportamiento general de la vida corriente. Como contrapartida, el ideal de subordinación de lo individual a las reglas racionales colectivas fue pulverizado. Se amplió el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores, poniendo en marcha una cultura personalizada o a medida, que permite al átomo social emanciparse del balizaje social.
Del hay que ser absolutamente moderno se ha pasado al hay que ser absolutamente uno mismo. Ello implicó un predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico sobre lo ideológico, de la diversidad sobre la homogeneidad y de lo permisivo sobre lo coercitivo. Todos los grandes valores y finalidades que organizaron las épocas pasadas se encontraron progresivamente vaciados de sustancia. La autoconciencia ha sustituído a la conciencia de clase y política, pero esta conciencia sigue a la moda, es decir es fluctuante y sin mayor motivación. Las posturas políticas e ideológicas se han descrispado. La sensibilidad política ha dado paso a una sensibilidad terapéutica.
Hemos pasado de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos. En nuestros sistemas narcisistas, cada uno corteja a sus superiores para obtener un ascenso. Desea ser mas envidiado que respetado y nuestra sociedad, indiferente al futuro, se presenta como una jungla donde reina la manipulación y la competencia.
Tampoco las religiones fueron inmunes al proceso de personalización. Se es creyente a la carta. Se mantiene tal dogma, se elimina otro. Se mezcla el estudio intensivo del Talmud y la Torah, con el tarot, el zen, el taoísmo o el budismo, en ruptura declarada con la ilustración y el culto a la razón y el progreso. La espiritualidad se parece ahora al autoservicio del supermercado.
El proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal y el respeto a la singularidad, desmultiplicando las referencias y modelos, destruyendo las fórmulas imperativas, exacerbando el deseo de ser uno mismo y gozar de la vida, del éxtasis, de la liberación personal, de la obsesión por el cuerpo y el sexo. Por ello, aunque mayor es el bienestar, mayor es la depresión. ¿Que cosa no le da al hombre moderno, lugar a dramatizaciones y stress?
El individuo se ve obligado a escoger permanentemente, a tomar iniciativas, a informarse, a criticar la calidad de los servicios, a los chequeos médicos, a mantenerse joven. Hasta las abuelas quieren parecerlo. Nos estresamos por los actos más simples, ¿que coche comprar, que película ver, donde ir de vacaciones, que dieta seguir? El consumo obliga al individuo a hacerse cargo de si mismo. Cada uno se hace responsable de su propia vida, debe gestionar de la mejor manera posible su capital estético, afectivo, psíquico, libidinal. Envejecer, engordar, afearse, educar a los hijos, irse de vacaciones, ¡todo es un problema! ¡Las actividades elementales se han vuelto imposibles! De esta manera los problemas personales tomaron dimensiones desmesuradas y cuando más se trató de resolverlos, ayudado por los psicólogos, menos se solucionaron. El homo políticus dio su lugar al homo psicológicus.
Bibliografía: La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, año 2000.
Publicado en Identidad Uruguay, febrero de 2014. B H.